Piero Iurato | Últimos Días

By | lunes, agosto 22, 2016 Leave a Comment






Esta mañana fui fuego, fui furia.
Vi como ardían mis manos
y nadie me quería abrazar.



Me acerque a la ventana
y vi a una hormiga
luchar contra la lluvia;
mi rostro parecía sonreír.



Escuchar su voz,
es como entrar desnudo a una iglesia
y que el Cristo colgado en la pared
me dé lugar en su cruz.



Mi plan es separarme del cuerpo
y morir mucho antes
que mi cuerpo muera.




Ocurre que despierto
y me abrazo a la agonía
de sentirme vivo.

(Siento la cama
como un aposento mortuorio)



Ruego para que mi cuerpo
arda junto al fuego,
como un madero místico.



Mi esperanza se disuelve
como una hostia
en la boca de un niño.



De su boca
sale una luz
que no puedo beber,
llena de oro y luz.



Su voz es la fe
que ilumina al cuerpo.
Yo, jardín abandonado,
vivo en penumbras.



Llueve
y cada gota que golpea,
me produce un malestar
que no tiene palabras.
Por suerte,
un relámpago camina
sobre la punta de mis dedos.



Tengo afán por alcanzar
la velocidad de Dios
y hacerme añicos
contra las estrellas.



Al mirar la medianera de mi patio
escuché su voz:
«Esta noche
te llevaré devuelta al paraíso
y te arrancaré otra costilla,
te ofreceré otra mujer
para que juntos
coman del árbol de la vida;
mañana vivirás para siempre»



Dios,
quiero que vengas
y contarte cómo estoy.
Quiero que vengas
después de haberte negado,
después de haberte besado.
En esta alta noche
quiero un poco de dolor.



Con la sonrisa imbécil en el rostro
de quien está convencido
de que la Tierra
está sostenida por mil tortugas
y que debajo hay un mar inmenso
sostenido por su mano.



En mi cabeza
hay una corona de espinas,
y cada vez que me muevo
miro alucinado a las estrellas.
Me pregunto si ellas
sienten lástima por mí
o si solo ven a un niño
jugando en su cruz.



Encontré un ángel caído:
se llamaba Gabriel
y estaba destrozado.
Tenía las alas rotas y todo su cuerpo
estaba cubierto por ramas y espinas.
Los vecinos me dijeron
que Dios lo envió
con un mensaje directo
hacia una tormenta.
Su mano tullida
aún se aferra
a un extraño papel con inscripciones...

(No me atrevo a leerlo)



¿Qué es esta sombra
que trepa por la pared
y escucha la violencia de una voz
que pide salvarse de una tortura
o de la mala suerte
de que nadie responda
al llamado de una plegaria?
No te ocultes
en la piel de un animal.



Tengo cara de enfermo
porque le exijo a Dios
que vea mi esfuerzo,
que vea como me aguanto el hambre.



Lo veo en las vías del tren
pasando a toda velocidad,
como un relámpago que parpadea
intermitente
sobre mi corazón.



Desde la ventana
escucho un ruido
de máquinas;
el cielo está colmado
de nubes rojas.

Llegaron los últimos días,
y aún no he visto su rostro.

(Dicen que en el desierto está,
pero en el desierto
está mi fe)



El cielo está rojo
y nadie lo va a limpiar.
Esos jinetes
siguen golpeando mi puerta,
siguen diciéndome
que salga a limpiar.



No quiero morir
y que me quiten los pecados.
Quiero quedarme
en esta lluvia negra
y jamás ver la luz.
Dios,
no quiero morir,
no quiero verte jamás.



Temor y temblor


Escucho tu voz
y una furia me acaricia
la espalda.
Señor,
mi única furia,
¿Cómo en virtud
de lo absurdo-fe
encontraré mi salvación?





PIERO IURATO, nació en Buenos Aires, el 17 de Marzo de 1987. Músico, estudiante de la licenciatura en piano y composición en la U.N.A. (Universidad Nacional de las Artes). 
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