Álvaro Galán Castro

By | viernes, abril 10, 2015 Leave a Comment

Álvaro Galán Castro
Poemas




De: Florilegio 

MĀYĀ

Iluso debe ser
quien desvele el misterio en la semilla
del nenúfar azul
y lo olvide.
Un cosmos no-dual
no tolera, en el bosque, los enredos
de gurús que se jactan
de que el bosque no existe
sino para impedir que aflore la conciencia.
Devenir es el ser,
esto aquello,
y el nenúfar azul, cuando aparece
desbordando las aguas con la aurora,
ya presagia
su hundimiento perfecto en el ocaso.

Los lotófagos saben, en su olvido,
que sin embargo todo lo tolera.





UN JAZMÍN


La eternidad entera se sostiene
en el instante en que el jazmín cuelga su estrella
en el balcón de la ramera babilonia
cuando cae la tarde
y el agua desbordada,
escorrentía eufórica del Éufrates,
irriga en mi jardín la poderosa
raíz del pentagrama.


DOS HIBISCOS

Mohíno jardinero, ¿por qué podas
con esa inclinación y esa porfía
las moreras del Buda
que crecen a los pies de la escalera?
¿Será que, cabizbajo, no soportas
tamaña extraversión,
tal alzamiento hacia la luz desmesurado?

Pequeño inquisidor, ¿qué moralina
nos vas a hacer tragar?, mal bodhisattva.

Que las hojas estrictas
de tu aviesa tijera
se vuelvan contra ti...
... no lo deseo.


CON Y CONTRA PLOTINO

O cuando, de pequeños,
trepábamos a un árbol asumiendo
la estática cción de nuestros brazos
en mímesis precoces de su verde.
Allí, en la enramada,
pues la vida iba en ello,
era señal el ulular de una lechuza
y espejismo el del viento.
Había que adherirse a la corteza sutil del eucalipto
y anudarse,
besarle a la hamadríade aborigen
el túrgido aguacate de los labios
o recogerse a orar en la yacija
de alguna almendra oscura.

Entonces, al que en suerte le cupiera
se arborizaba solo
como un buda debajo de su higuera
y contemplaba verdaderamente el cielo.


UN RITO DE PASAJE 

A mi madre, a mi hija.
En el fondo del tiesto improvisado,
un vaso de yogur, entre algodones,
regadas por el hilo que del grifo
mamá dejó caer con sumo tacto,
brotaron las lentejas.

Al niño que fui yo le trastornaba
la gracia natural con que el milagro
se hacía así sin más en la cocina
bajo la luz del tubo uorescente,
glacial y blanquecina.

Hoy el apenas hombre que fue el niño
vuelve a sembrar contigo, hijita mía,
unas cuantas lentejas, esperando
que a ti también te toque, cuando menos,
la suerte del asombro ante el prodigio
brutal de la existencia.


UN ABUTILON 

Porque todo es mudanza
se apagaron las luces
de la casa.
Quedó sólo un vislumbre
tenaz en las persianas
soslayando el vacío en sus rendijas
para llegar la luz a una maceta
abandonada por sus visos amarillos.  

¿Quién cuidará después de mí la buganvilla?

En la nueva dirección, el plenilunio
herirá los pezones
de una linterna china.


UN ELÉBORO

Morir no es más morir
no es más morir
no es más que abrir la cápsula y al aire
lanzar esta semilla para verla
versar
rodar
caer
ladera abajo.

Morir es germinar el verdegambre
sobre la yerba en que ya yace el ballestero
lanceolado el dorso por su dardo
que dio la vuelta al orbe.

Vivir no es más morir
no es más vivir
no es más que osar asir entre peñascos
el rizo del rizoma atosigado
y clavarse
prenderse
enraizarse
al dolor de la tierra.


De: Ordo Amoris


ASTRONÓMICA 

I.

Una estrella pulsante que en las sombras eyecta
esa luz colimada, inercial, pero a chorros,
como el látigo, a ciegas, busca el limbo del orbe
y el costal del planeta. ¿A qué faro sin costa
va la nave del sueño? Cañonazos de lumbre
desde el centro extraviado de una infiel supernova
calibran los relojes en el almirantazgo
perturbando en la noche el espacio y el tiempo.
En las sienes del globo puede verse que levan
velas los bucaneros, a tambores batientes.
Late el sur en la esfera y es surcado en su anchura
el vacío del norte. Una nube de polvo
y de gas estelar barrerá toda flota
que ose aproximarse al agujero negro.

II.

Vinimos de Panspermia tras un largo viaje
a través de la noche y del largo silencio
del espacio vacío. Éramos la bacteria
aferrada a la crin de un remoto asteroide,
hibernando el eón que tardó el ser del tiempo
en formarse una idea, entre esferas celestes.
Al toparse de bruces con la Tierra, el pedrusco
estalló en mil añicos, despertó del letargo
nuestra sed de vivir y nos hizo en la sopa
primitiva de un charco un hogar donde dar
un mañana a la prole. ¡Qué bullirnos la sangre,
qué fervor microbiano al pisar este suelo
en aquel mediodía en que el sol invitaba
a olvidar la penuria de los años en coma!

III.

Yo, Claudio Ptolomeo, bien sé que soy mortal
criatura de un día. Mis pies follan la tierra
con torpeza y sofoco. En contra, mi pupila
me lleva de cabeza a seguir sin respiro
la senda de una estrella. Entonces condesciendo
al afán de los hombres, relamo el absoluto
manjar del astrolabio, la miel de la ambrosía
que el dios procura al loco. Las órbitas excéntricas,
la varia duración del curso de los astros
ya es música celeste de las altas esferas
e incógnita armonía. Y aunque al fin mi discurso
tome el mundo por centro de la eterna sintaxis
y concierte mi verso con el sordo universo,
bien sé que soy mortal, criatura de un día.

IV.

Pobladores del mundo, desde el cielo primero
contemplé en el azul del errante planeta
la belleza del orbe. Al tomar esa curva
recordé el giroscopio, los estadios que ligan
dos ciudades de Egipto, cierta Torre inclinada.
En la cápsula, el globo se mostró como el huevo
del que aflora la nave de un futuro impreciso
en la orilla del cosmos. La tortuga distante
cumplirá la misión de traernos de vuelta
a la playa materna. Tú nada más allá,
zambúllete en el hondo corazón del espacio
en busca de esta luz que aletea en tu pecho,
que el destino del hombre sí se lee en las estrellas:
poyejali, Vostok, hacia un último cielo.

V.

De galaxia a galaxia casi todo es vacío.
Por salvar esta ausencia uno tiende sus puentes,
porque rápido olvida que el vacío es también
criatura de leche y estolón adventicio
que se arraiga en el pecho de la vía nodriza
como un niño de teta. No hay cúmulo estelar
ni suburbios solares que mejor casa ofrezcan
que el vientre de la madre. Colmemos de nostalgia
el hueco pues que queda en el útero del viento
y en su centro sembremos el bulbo del exilio
del que brote punzante la espiga del gladiolo
y con ella la sangre del vacío espetado,
primogénita luz, holocausto de sombra
o espejismo de fuego en el ojo del cuásar.

VI.

El año del señor mil millones un lustro,
era arriba era abajo, el Sol obró una luz
de gran enana blanca. La Tierra, toda escombro
y fresco protoestiércol, abonaba el raigón
de la nueva explosión, fétida nebulosa.
La corona solar, al fundir todo el plasma,
se apagó sin noticia, de un eón para otro,
y salvose quien pudo evacuar en su nave
hacia el cinto de Orión, pero haciendo de vientre
por fundada pavura a las razas siniestras
que ejercían el corso a las puertas de Sirio.
Así lo plasman bien los vetustos anales
y el teragigabyte de inmemoriales crónicas
que ojeo sin morriña asomado a estos beques.

VII.

Entonces, el amor, la astral llave maestra
de alienígenas sabios, abrió la única puerta
que encerraba en el tiempo un ridículo espacio.
No hubo luenga autopista, ni al final luz del túnel,
ni blancos agujeros que en cósmicas manzanas
horadara el gusano elástico del éter.
Hombrecillos cetrinos, grandes aficionados
a la ciencia ficción, amateurs de las cuerdas
y devotos de Einstein. Éxito relativo
les supuso el hallazgo de la especie humanoide
que habitaba la Tierra, relativo fracaso.
Porque al menos les dio renovada esperanza
de, encontrado el amor inter prímulas pares,
seguir buscando un signo de vida inteligente.




NARCISSUS POETICUS

En un jardín florece una amarilis,
capullo sin edad, narciso del poeta,
en un jardín cualquiera,
en un jardín sencillo, no dejado
de la mano de nadie.
De un prado en la montaña, de un ombligo
para nada secreto
ni olvidado,
surge el cordón eléctrico, vibrante
por la miel en su disco y el aljófar
y contempla la vasta curvatura
de los astros afines
y el temblor de sus hélices de leche
ante el sol, un espejo, una guadaña
con que hacharse los ojos,
un narcótico ajeno que ensimisme
de este apego por todo lo creado,
de este látigo eléctrico que emerge
de la sien de la tierra en cuyo bulbo
se presiente el sanguino
padecer de la flora.

Del síndrome de Stendhal en Florencia,
¿qué entienden los junquillos?,
¿qué saben sus mismísimas corolas?
La primera lección del amor propio
es que nada es extraño, nadie intruso
en la casa del polen,
en la humilde morada de los aires,
en los siete palacios de la aurora.

La intemperie refugia al firmamento
de vivir enclaustrado.
El narciso del valle desconoce
dónde acaba el rizoma,
en qué justo momento
florecen los tentáculos del mundo,
pues que no hay raíz
ni hay mundo.


De: Silva de Varia Geografía 

EL PORQUÉ DE LOS MAPAS 

En alguna biblioteca existe un mapa
que sostiene un planeta, ese planeta
tiene a su vez en una biblioteca
custodiado ese mapa.
Tú preguntas: “¿a qué tamaña escala
podrían dibujarse los confines de un mundo
que abarcara infinitos duplicados?,
¿fue posible un descuido
del tenaz Amanuense?,
¿una mosca de tinta
se pudo deslizar del estilete,
escurrirse en los mares
y fundar un peñón desconocido,
una isla secreta,
un atisbo de fe,
un terruño jamás documentado
en las otras réplicas del orbe?”
Variante recóndita, esperanza
de que exista el error, la contingencia
de una errata divina, aventurarse,
colonizar esa fértil herejía
y abolir el destino.

Hallaremos la isla, estamos dentro
del planeta en cuya sola biblioteca
se custodia la mancha de ese mapa.


TÍBET 

Estar para no estar
en las cumbres
del monte Qomolangma
con los monjes de Rongbuk
recitando los mantras
de la Gran Compasión.

Despertar un buen día
y barrer el mandala
del sí-mismo
y el de Carl Gustav Jung
por salir de este círculo vicioso
del distingo.

En la cima más alta,
¿el camino concluye
o comienza?


PEDREGALEJO 

I.

Al irme al otro barrio,
mi barrio irá conmigo,
porque también es una isla imaginaria,
un cielo mitológico
del que penden planetas
conjurados y en trance
por el peso de un soplo, vacilando
un instante.

II.

Las sardinas boquean en el aire,
pero no están rendidas,
atraviesan la hoguera del verano
y en San Juan alardean
de agallas como alas
y espadas como belfos. La galaxia
devasta el sueño alígero de un niño,
lo arroja a la verdad del artificio
y le espeta:
“Captura si es que puedes
el blancor de la noche
en que giran mis astros
como peces de plata que agonizan,
pues se acerca la hora del desastre
en que todo perece.”

III.

La madrugada esparce las estrellas
a manojos de sangre
sobre el mar, como siembra
la semilla el colono,
como da el pescador
la morralla a las aves. La vorágine
de gaviotas voraces
se atiborra de luz atosigada.

IV.

La pólvora mojada que del viento
se amontona en los ojos del pescado
detonó alguna vez
en las lindes del éter, no hubo arcilla
ni barro de mi barrio, ni espoleta,
ni costilla flotante
ni clavícula astral.
Sólo vacilación
del vacío.

V.

Por eso, al otro barrio
mi barrio irá conmigo,
más tarde o más temprano,
una vez que en el sueño
el otro yo fulmine al yo más otro
que esconde en su antifaz al yo primero.
¿Qué persona es el Verbo?, ¿qué luz hecha
de qué múltiple forma?


PANGEA FUTURA

Y, de nuevo, una isla
volverán a habitar los habitantes
de las islas aisladas,
una gran sola isla
informada por todas,
continente de todas esas islas.
Todo hombre será
poblador ribereño,
natural de una isla cuyas lindes
quedarán grabadas en la tierra
como líneas de Nazca indescifrables.


De: Beneficios del buceo 

INICIACIÓN AL ATOMISMO TRASCENDENTAL

Porque nada es inerte
me traspasan
los átomos de luz.
Pero no me vulneran
porque nada es inerme.
Sin embargo, me afligen
porque todo es sensible.
Porque todo es destello
me sustentan
en perfecto equilibrio.
Porque nada es inerte,
todo vive
porque todo es consorte en la materia
del mismo acontecer, el universo
es el alma indivisa
de mi cuerpo
porque todo es entraña.
La conciencia
es un pozo sin brocal pero sin fondo
porque nada es finito,
nada inerte.



ÁLVARO GALÁN CASTRO (Málaga, 1979), licenciado en Derecho y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, ha publicado hasta la fecha los poemarios El lucero del ala (Premio de poesía Málaga, 2001), El cuerpo eléctrico [La canción de amor de Paolo Cinelli] (2010) y Ordo amoris (2013). 

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