Paula Jiménez España

By | martes, octubre 21, 2014 2 comments

Paula Jiménez España

Esteros del Iberá 
y otros poemas
con una Presentación de Enrique Solinas



esde una mirada romántica y renovada, la poesía de Paula Jiménez España se sitúa en el centro del mundo como expresión de aquello que sorprende por su simpleza. El discurso se desliza con rapidez, he aquí su marca de modernidad en un contexto clásico, para así expresar visiones de altos contrastes. De esta manera, la naturaleza cobra un protagonismo ejemplar y lo mínimo tiene el sentido de los grandes temas, así los enunciados se expanden en el discurso para llegar a un tú necesario, que el propio sujeto de la enunciación invoca, porque de esta manera hay motivo de poesía. Entonces, mientras haya un tú, el yo poético dirá, concibe la realidad en sociedad, no en soledad, y la palabra será una fiesta del sentido y para los sentidos.  Será por eso, entonces, que la poesía de Paula Jiménez España es vital, madura, actual y necesaria. Precisa y preciada. Y tiene el don de llevar en su cuerpo la verdad y la belleza del existir.  






De: La mala vida (2007)



Una noche queríamos comprar
merca y entré a un conventillo
de tres o cuatro pisos,
las escaleras circulares daban
a los palieres anchos y en las puertas
de las habitaciones había mesas
donde atendían los punteros. ¿Qué pasa
si no vuelvo? pensé, nadie se entera.
Una mujer sacudía su vestido
apoyada en la baranda y un pendejo
paseaba en un triciclo.  Trancé, después me fui
y como si fuera
a convertirme en la estatua de sal
del Evangelio o en la chica
de piedra del Abasto, no miré atrás
al descender. Pura superstición
o miedo de andar
mostrando el miedo. No sé, fijé la vista
y sin chistar
bajé.  Me acompañaba un eco que era mezcla
de risas, voces, cacerolas, una vida
de esas donde nadie
está solo. Podía imaginarme un patiecito
con piso de baldosas, el interior roído
de un living comedor, la tele
prendida, una familia.
Yo a veces siento
envidia de esas cosas.




No hay luz en este cuarto, lo que se dice
luz, apenas lamparitas de color que se duplican
en fracciones de espejo.  Y antes el corredor
rojizo, una mujer que sale de una “suite”
y no nos mira, nosotros dos subimos la escalera
finita y alfombrada.  No se parece a nada
este lugar, fue tan distinto acariciarte
en Mediomundo. Te llevé hasta el tablón
detrás del escenario y en la tormenta
me enganché las medias.  Había astillas
y polvo, la madera crujía como una puerta
de hotel abandonado. No me paré a pensar,
no tuve miedo. Era más noche que esta noche
aquella oscura y se escuchaba, no el hilo musical
sino el ritmo estridente viniendo de la pista.
Adentro del barullo, en un globito
me respirabas, cerca ¿Quién sos ahora?
Mi novio no, y ya sé que así te engaño:
preferiría quedarme con lo puesto pero cedo,
campera, minifalda, botitas de gamuza.
Mis cosas son más mías que mi cuerpo
y todo cuelga ahí, en el respaldo de una silla
chueca.  De pronto esta mentira en la que creo
ser dueña del desastre no me importa. Ya
terminaste y te guardás el Prime
en una palma. “¿Está pinchado?”, pregunto
pero jurás que no y lo mirás, solito. Corriéndote
el flequillo das la cara, y me decís  “no va a ser mío
si te pasa algo, el forro está entero y además
no te podrías contagiar de mí ninguna cosa.
A simple vista te das cuenta que soy
sano”. No digo una palabra. Desde acá
te veo ir hasta el baño, arrojar los residuos
en el tacho y abrir un grifo
oxidado. Escucho caer el agua todavía,
que hace diez años te lavó las manos.



De: Espacios naturales (2009)


Si yo fuera el gorrión
que una noche calurosa de diciembre
se sentó en una rama junto a otro
y se puso a cantar.
Y yo quisiera serlo,
silbar el tiempo que dure la canción,
cosquilla en la garganta o nerviosismo
por el ritmo inevitable.
No cantar más que eso, ni volar
si el aire está tan quieto que no ayuda.
Quedarme junto a otro repitiendo
la intimidad, la forma del amor,
vivir con calma las pausas solitarias.
Quiero decir, si yo
tuviera esa sapiencia que indicara
una razón real para quedarme
o salir a buscar.
O si supiera dónde y cuándo
los momentos elevan su señal,
si mirara el azar con ojos plenos
sin estos torpes
fragmentos de memoria,
no quedaría nada en el camino
ni sentiría vergüenza del error
o del deseo
que a veces son lo mismo.




De: La vuelta (2013)

POEMA 16 


En la selva, esa noche
había tomado el jugo de una planta
más amargo que el vino y concentrado
como una medicina o un veneno
y al rato de beber, supe
que era yo la que trepaba ante mis ojos
mientras otros cantaban
que era yo
la que subía como una enredadera
por el tronco de un árbol
y era yo la que después bajaba
y más tarde subía
todas las veces necesarias, o sea
durante el tiempo total de mi vida.
Es difícil contarles
el empeño con que abrazaba esa corteza
clavándole las uñas que la descascaraban.
Mis garras eran fuertes como las de los gatos
pero al caer me hice liviana, y repté
sedosa, por la tierra.
Era la madrugada
cuando cedió su efecto esa bebida
y me dormí.
Por muchos días
las imágenes de aquella noche
quedaron en mi corazón
lo hicieron dulce como los duraznos
que brotan en la rama y se deshacen
en la boca sagrada de la vida
después de cada invierno



De:  Canciones de amor (2014)


SWEET CHILD OF MINE 

No importa que el amor no sea más
que este fuego chiquito que crepita.
No importa que la luna
vuelva a la plaza blanca y ni un alma
se arrastre en la vereda. No importa nada de eso,
ni los pájaros que dejan de sonar
cuando en tus walkman se escucha dulce nena,
odio ver
el dolor en tus ojos.
A vos te gusta él
te gusta cuando toca la guitarra
cuando la distorsión de la electricidad
te hace sentir su enojo.
Te gusta el pelo rubio y su pañuelo
atado al corazón. Un hombre así
te lleva y ya no hay nada
que te traiga de vuelta al lado mío. Dulce nena
tus ojos me recuerdan mi niñez, parece
que te dice y es mentira
sin embargo, vos te morís de amor.
Los perros nos siguen por la plaza, huelen tu corazón
ahora ausentado
porque tus pensamientos se lo llevan.
No importa.
No importará esta noche
en una historia de noches incontables, sin vos
con que se harán los años. No importará
muchas después cuando el insomnio
y el olvido lleguen.
Habrán pasado todos los momentos
con sus pasitos mudos y elegantes, como los pies
de la Pantera Rosa. Pero esta plaza
con su farol prestado a mi recuerdo
alumbrará los besos que no hubo, los besos diluidos
y sin sombra, como todas las cosas imposibles.
Hay un disfrute infinito en el suspenso
y en cada show se está por gatillar
una emoción rabiosa. Qué importa
que una estrella de rock nos prometiera
su luz inextinguible, no era verdad
una vida dichosa en la que nadie
sacrificara nada.


CRY BABY


Caminé muy temprano por la rambla.
No buscaba un pañuelo bordado con tu nombre
ni un libro subrayado con tu marcador negro,
no la lata dibujada con arabescos y la letra
en inglés de Cry baby.
Caminé como loca en la mañana ventosa del verano.
Bajé la escalinata de piedra y hormigón
y te busqué en la arena
dorada sin sombrillas del balneario Pleamar.
Caminé por la ciudad, mirando
las puertas de los bares todavía cerrados
y tomé la avenida.  No había un alma
solamente la mía ocupada en buscar
no el colmillo colgante
que el soldado israelí te regaló en Jordania
o Gaza o Cisjordania, ni el humo de tu hash
que olía densamente a incienso y a patchuli.
No iba a ver ese solero a rayas
ni los borcegos negros que usabas todo el año
aunque hiciese calor
tampoco ese tatú de Horus
que todavía llora en tu omóplato izquierdo
y que la tarde anterior había acariciado
al pasarte el bronceador.
Esa mañana horrible yo caminé sabiendo
que ya no iba a encontrar tu cara recién amanecida
ni la mochila a cuadros
donde otra vez cargabas, de vuelta a Villa Crespo
tu kit de drogas, pinturas y cuadernos
escritos hasta el margen. Yo te busqué en el margen
de la ciudad y regresé a una casa
donde la furia de un hombre acontecía
y desde allí vi el sol caer y oscurecerse
hasta ser engullido por el mar.



De: Paisaje alrededor (inédito)


DESIERTO 


El paisaje ondulante y antiquísimo, las fallas de la tierra
y el relato de un mundo derrumbado.
Nunca hubo nadie acá, por eso no hay tragedia en tus palabras
por eso es que no cae más que el viento
en la grieta de tu voz.
Apenas animales alborotados vuelan
con alas de murciélagos sobre la arcilla y la roca.
Todo esto era la nada
y la nada fue todo: cordilleras, glaciares, fondo acuático
petrificado al sol. La muerte persiguiendo
la vida y viceversa. Charlamos de estas cosas y otras más
en la intimidad del auto, tan lejos de tu boca
está la mía
donde antes hubo amor.


LA PAREJA


Donde el río fluía, ahora hay rocas.
La sequía tremenda de este año, los fósiles, las vacas flacas,
todo brillando bajo un sol acumulado
que amenaza convertirse en fuego.
En el camino una humareda sucia y al borde de la ruta
los pastos amarillos.
Asistimos al fin de un paisaje. A la desesperanza
de los que no tienen del agua
más que el recuerdo de una fascinación.


ESTEROS DEL IBERÁ

Flotan islas de hojas
el bote se desliza en los canales
y su madera toca
las pieles escamadas de los yacarés.
Abajo está el peligro, arriba
las plácidas cigüeñas paradas en los postes
miran el cielo opaco
lo contemplan hasta perderse en él
y pasan los carpinchos y en sus lomos
se paran las hermosas sultanas
con su plumaje azul
su collar colorado, vestidas para una fiesta.
Arriba está lo calmo, lo suave, lo perfecto
y el agua se desliza mansamente
por generosos caminos naturales
pero de pronto el viento
podría empujar los grandes camalotes y vallar
con su soplo la salida. No pensamos en eso
tampoco en las pirañas ni en las rayas
que nadan cerca nuestro.
No solemos pensar
en riesgos como estos.
Es tan bello el paisaje y sin embargo
el rozar de tu mano
captura mi atención, reduciéndola al punto
que mis ojos olvidan lo que ven
como si ahora
miraran hacia adentro y encontraran
tus manos en mi espalda.
Abajo está el peligro
pero nadie lo nota. No es otra la estrategia
de los oportunistas, de estos viejos reptiles
que conocen el hambre de memoria
como el único mapa de la vida.
Uno asoma su rostro, la redondez
del ojo nos espía a un costado y él
abre su boca inmensa y al cerrarla
cruje como una rama una piraña
que muere entre sus dientes.
Arriba está lo bello y continúa inmutable
como si ni siquiera
la muerte lo afectara o lo impecable fuera
el modo en que la muerte
se incorpora a la vida, así, sin sobresaltos.
No puedo imaginar ciertos finales
la manera en que las cosas se aniquilan
y pasan a formar parte del tiempo
de todo ese pasado que nos trajo hasta acá.
El bote va internándose entre islas
de inmensos camalotes
el conductor se baja y hunde
sus botas en la alfombra flotante de hojas vivas
rebosantes de verde, a punto de estallar
y nos señala una perfecta flor rosada
y dice que es la flor de los amantes.
Tira la embarcación hacia delante
con una soga. Detrás de él el cielo se despeja
cruzado por pájaros naranjas
que aletean sobre nosotras.
Arriba sigue
su curso la belleza y abajo la cadena
de bocas impiadosas comiéndose una a otra
también se continúa.
Estamos en el medio, no elegimos
mirar pero olvidamos
la rueda que nos lleva, no sabemos adonde
la holgura del peligro y del amor
que nos hace tan frágiles.


LAS MADRES ERRANTES


Mis vecinas buscan a sus hijos al salir del colegio
y después toman mate. En los jueguitos del amenity
mientras hablan de cosas que ignoro, son las madres
que veo cada tarde detrás de mi ventana
(después de un tiempo, algunas
terminan pareciéndose).
Cuando mi tía murió, mi prima
me llamó por teléfono. No me dejó llorar
me dijo: “Así está bien: sufría”.
Algunos se suicidan
a poco perderlas o mueren como Barthes
en un accidente tonto, inexplicable.
Cuando era chica pensaba
que no podría sobrevivir a su muerte
y todavía no lo sé.  No creo
en las convenciones, pero ese día
- su día -
la visito y le llevo un regalo, a veces dos.
Una primeriza me explicó que el amor
a su hijo era enamoramiento, metejón
que no se le pasaba.
Yo separé a mi gato de su madre
cuando tenía dos meses.
Ella lo olvidó y al verlo años después
mostró sus garras y sus dientes
por defender un plato de comida.
Cuando vuelvo de un viaje
mi gato maúlla
como quejándose de mi ausencia.
Mi perro fue su madre y yo lo soy
de mis plantas cuando las riego.
Todos los días las mujeres dan
hijos en adopción y durante meses
supieron lo que irían a hacer.
Algunas meten la cabeza en el horno
y se desligan definitivamente.
Están las que se quedan
hasta ser acuchilladas o amenazan
con morir de un síncope.
Cartonean, ganan concursos de belleza,
roban carteras en el subte, hacen ménage á trois.
Hay madres que están solas y desean. Hay otras que desean.
Los astrólogos hablan de la energía de la luna. Pero la luna es blanca
y es perfecta.  En la tierra las madres tienen imperfecciones.
Y yerran.  Como un buscapié
con la ilusión de un centro.
Burbuja, pistilo hermafrodita, todas
ansiando el trono
que como el aire rojo de una noche de amor
permanece vacío.





PAULA JIMÉNEZ ESPAÑA, poeta y periodista argentina, nacida en Buenos Aires, en 1969. En poesía publicó Ser feliz en Baltimore (2001), Formas, libro y cd (2002), La casa en la avenida (2004), La mala vida (2007), Ni jota (2008), Espacios Naturales (2009) La vuelta (2013) y la plaquete Las cosechadoras de flores (2014). En prosa: Pollera pantalón / Cuentos de género (2012) y los relatos Aventuras de Eva en el planeta (2005) y La calle de las alegrías (2006), que fueron editados en Barcelona. En 2012 antologó Tal vez debería hablar yo del fuego, sólo del fuego; compilación de poesía y narrativa. Textos suyos integran diversas antologías argentinas, españolas e hispanoamericanas, entre ellas Animales distintos (México, 2008); Poetas argentinas 1960-1980 (Andi Nachón, 2007),  Revista Alba (2014) y Unidad Variable (Bolivia – Argentina. Poesía actual / la mancha, 2011). Por el cuento Mariquita Sánchez recibió en 2007 el 2º Premio de relato corto LGBT de Hegoak (País Vasco). En 2006 obtuvo el 1er Premio Nacional de Literatura Tres de Febrero y el Hernández de Plata en categoría Poesía, y en 2008 el 1er Premio Fondo Nacional de las Artes, en poesía también.  Como periodista colabora con los suplementos SOY y Las 12 de Página/12 y Diario Z.



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaron mucho los poemas. Gracias por compartir!

Otras veces leí y escuché leer a Paula. Ahora estos poemas me encantaron más más más de lo que siempre, debo ser yo... Gracias.