Patricio Foglia

By | miércoles, octubre 08, 2014 Leave a Comment


Patricio Foglia
Cuatro Poemas




LA MADERA


Con la madera de la cruz de Cristo
están hechas las balsas del mundo, las cunas
que naufragan africanas, escapando de la guerra al trabajo
de la guerra al frío de la navidad. Con la madera
los durmientes del tren
la espera de prostitutas
de travestis de clientes
de mujeres con la cena hecha
aunque el marido llegue tarde
y siempre se retrase,
de la casa al trabajo del trabajo
a los problemas, con el tránsito y con la madera
de la cruz de Cristo los dientes apretados, el rechinar
de los asientos del subte línea B
y las mesas de los cafés, con escritores mediocres,
escritores virtuosos, todos
todos con la presión en el pecho,
de los cantores de tango
que se olvidan la letra de puro borrachos,
el farolito
de un barrio que ni siquiera existe
y el recuerdo, la distancia entre la muerte y el sueño
de un pirata acodado en su navío, contemplando el mar
y el puerto y una isla a lo lejos,
los instantes previos al acecho
a la isla y sus nativos, a sus ídolos de madera.
Con la madera de la cruz
el poste en el que me recuesto y espero
en Corrientes y Scalabrini Ortiz un colectivo que no llega,
pero el viento sopla fuerte y me trae el rumor
de la luna de la noche en Palestina,
y hermanos y hermanas que nunca tuve
pero con quienes me encuentro, solitario.




VERSIONES DE LA LLUVIA 


La lluvia existe con el secreto fin
de que puedan existir los charcos
con sus sapos y los perros negros
que al fragor de la lluvia, observan cómo su pelaje
se convierte en un manto de tintes plateados
y gracias a que existe la lluvia
el olor a pasto mojado, las canaletas,
el diario en la puerta para que puedas secarte las zapatos,
los fraternos paraguas prestados. La lluvia existe
para que puedan besarse, bajo la lluvia
esos dos, por última vez
sin saber que es la última vez:
mañana saldrá el sol y ella
se dará cuenta de que ya no siente lo mismo
que nada es igual, y entonces,
levantará el teléfono y le dirá
Jorge
es mejor que nos juntemos
hay algo que tenemos que charlar
Según dicen también,
en cierta mítica ocasión, llovió tanto
que la tierra fue, ante los ojos de Dios,
una nube espesa, una bruma
como la del mar cuando está bravo
y las plantas miraban azoradas
una foto del sol en la mesita de luz
y lloraban los arbustos, los árboles gigantes
todos lloraban, ahogados por los rincones.
Me regocijo de sólo pensar
que Dios es el personaje central
de mi telenovela de la tarde
esa que tanto me hace llorar
sobretodo los días nublados,
mientras plancho.


UN BOTERO

Alguien me dijo una vez
que mi cuerpo era un homenaje a Fernando Botero
y que cada uno de mis anchos miembros
podía formar parte de su obra. Pero
no todo el mundo es así,
también hay quiénes me desprecian
y gozan al llamarme obeso.
Obeso, me dicen
y siento el zarpazo del látigo
sobre mi carne cansada.
A los dueños del látigo les resulta tentador
contraponer mi existencia con la suya
con esas fibras de atleta
esplendiendo su torso
mientras esparce su sudor, como agua bendita
en favor de la belleza humana.
Se ubican en la vereda opuesta
para poder apedrearme con mayor regocijo.
Yo no los odio, al contrario,
admiro a esos muchachos olímpicos
pero no puedo ser uno de ellos. A veces
sueño que Dios nos observa, y no entiende
el tiempo que cada uno le dedica a su cuerpo:
una dedicación absurda, de elefante perdido
en la propia niebla.
Mi sueño sigue y Dios se evapora
un jeep se acerca y con sus luces encandila a la bestia
hasta arrinconarla: del jeep bajan los muchachos
con sus pequeños dardos y su veneno,
y más atrás, un helicóptero sobrevuela la escena:
llegan otros jeeps, otros muchachos
y me apuntan con sus fusiles:
ahora el desierto está ocupado por el ejército
miro el cielo, veo una nube con forma de vaca
soy un animal que está solo y se desespera.



DICEN QUE JULIO LOS PREPARA Y AGOSTO SE LOS LLEVA...

pero mi abuela murió en verano, a finales de febrero
en una cama del Santojanni
que conseguimos gracias a un amigo
que teníamos en la municipalidad
y las últimas palabras de mi abuela
no me las acuerdo
pero me acuerdo de la vista de su ventana
en la terapia intermedia
que daba al patio interno del hospital
y de un árbol, ahí, abajo,
en ese mismo patio,
lleno de hojas verdes y sin pájaros
como tratando de hacer silencio
y me acuerdo también de las enfermeras y enfermeros
del turno mañana del turno tarde del turno noche
de su trabajo de hormigas blancas
con sus antenas y sus barbijos
sus ojos fríos, de insecto pensativo
que guarda distancia, para hacer bien su tarea
y una vez llegué y la estaban levantando
a mi abuela, sobre sus hombros,
para llevarla en andas
y ella se dio cuenta de que yo estaba ahí
y me saludó con la mano
desde su caravana de hormigas blancas
más allá del patio interno y su árbol
directo hacia el sol, al final de la tarde.






PATRICIO FOGLIA, Nacío en Buenos Aires en 1985. Publicó Temperley  (2011), reeditado en 2013 y Lugano 1 y 2 (2014).  Coordina, junto con Tom Maver, el blog de poesía e ilustración Malón Malón.

Entrada más reciente Entrada antigua Inicio

0 comentarios: