Vladimir Amaya

By | martes, junio 01, 2010 Leave a Comment
Vladimir Amaya
Nueve Poemas



CHIRAJITO

a Karla, mi hermana.

La vida se apaga a cada instante.
Su aliento regresa a la raíz oscura
                                  de un tiempo de ceniza.

Y la vida se va, y se vuelve pregunta
en cada salón o avenida donde dejó su huella.

Porque la vida queda como vela apagada,
como niebla encendida de murciélagos y flores.

Es una canción
a la que no se le recuerda
nunca más la melodía.

Y es que la vida
se apaga a cada instante.
En nuestra propia cama
se detienen sus relojes,
al cruzarnos la calle
se desvanece de entre sus clavos.

¿Por qué no decirlo?
¿Por qué no juzgar esta tumba en el  espejo,
esta champaña de pájaros enfermos
revoloteando en la sombra?

Se apaga, se extingue
y en el rostro queda como lágrima de vasta sonrisa.
Ocurre así, tajante como la muerte.

En las bibliotecas,
en los hospitales,
en el supermercado.
En una calle oscura
la vida se apaga
como río que no lleva prisa, 
y como torrencial de aplausos negros
se escuchan bajo tierra
los labios que callan.

Se esfuma, desaparece,
es un beso que acaba de pronto
aun dejando en nuestras venas el sabor de su saliva.
Es un plato menos en el almuerzo,
un asiento más en los buses.

Y cómo detenerla,
cuándo detenerla
si cada momento que transcurre,
sucede la bruma
donde se gesta su partida.

Por qué negar esto,
si la última mirada de la abuela,
del hermano,
de aquél amigo
y la de ese payaso era la nuestra.
Por qué negar que la vida se quedó ahí, perdida,
como cuando las oraciones se quedan en la infancia.

¿Por qué no decirlo ahora?:
la vida se apaga a cada instante
y siempre se nos va el corazón, en sostenerlo.




LA VIRGEN DE LA RABIA 

(Invocación)


I


Oh, hada de la menta nocturna,
prodigio macabro en la ortografía de mi silencio,  
indaga con tus pulgares de serpiente
                  los restos del tiempo que lloro.

Inclino mi cadáver a tu corazón y viceversa,
dejo correr mi carne a tu llamarada de sal
                  sin proferir palabra alguna
                  ni reclamar para mí la harina de las estirpes.

Hoy es polvo la clorofila.
No hay nada en pie adentro de la bruma.
Nada en la pausa que otorga el invierno,
nada más que los surcos del mismo cansancio.

II

Virgen del esperma calcinado entre mis dedos,
te escucho llegar siendo el frío anillado a la puerta,
te veo llegar ausente a mi cuero 
y contigo  
el látigo llega como una mano eléctrica de lluvia.

Hoy es polvo lo que amaba
y manchas insepultas de yodo, el agua que bebía.
Lo que antes cantaba
son hoy ruinas en los reflejos de mis ojos.

III

Virgen de las ocho piernas,
hada del útero crucificado,
virgen del dolor insurrecto en la sonrisa;

tuyo es el reparto de un alud de muertos que no cesa
y tuyas las cuatro de la tarde que nunca tocan las campanas.

IV

Virgen rabiosa, fantasma de leche.
Hija de un mes vengativo de pólvora escarlata,
eres la que apuñala y besa complacida.
La que no reclama algún sentido a la derrota,
tumba abierta como sexo perfumado.

Tú, soga blanca en la respuesta de la noche,
mujer de los siete espejos,
dueña de todos los rostros y de ninguno;

Vuelve a mí la mirada de tus pechos de piedra
hoy que desde las heridas
                          me nace la soledad del mundo.



Y TE QUIERO BRUJA

Desde ahora
creo que la Tierra es plana
y es el centro del Universo.

Temo a la Santa Inquisición y a la lepra.

Creo en los castigos divinos: los terremotos
                                               las inundaciones.

La imprenta es del diablo.

Aristóteles era el diablo.

Desde ahora
creo que la Tierra es plana
y es el centro del Universo.

Quiero leche de zarigüeya para evitar los malos sueños,
dormir sobre paja por buen augurio,
vestirme de niña para que la muerte no me alcance.

Y a vos, ¡Te quiero bruja!  



LA HORA CUANDO LOS HUESOS ESTALLAN EN LAS CATEDRALES


Aquí no existen las puertas.
El corazón que se deshoja es de agua.
Se cruza el silencio con los riñones en la mano
y del codo hasta la quijada
todo es horizonte molido en la llanura.

Aquí, todo es ventana.
Las puertas no existen.
Niños sabedores
que la vida los mira tras aquellos cristales
y los espera y los acaricia y los apuñala.

En esta mirada del reloj
no hay conciencia del color ni la música
como en la fragancia de las iglesias o los burdeles.

Y hubo, y hay rumor de gaviota sin su mar bajo las alas.
Todo es esa agua que ya no queda,
que fue corazón deshojado en la mirada.

Aquí no existen las puertas como rosas a otra estancia,
pues el corazón que se deshoja
no es el calendario en donde nos perdemos
ni es el verso hilvano en el cráter de una flauta.

Aquí todo es ventana.
Toda verde desde arriba,
toda rota desde adentro.

Aquí todo es ventana.
Ver y no tocarnos,
presentirnos
monstruo de bello plumaje  a la mesa,
y de alma como piel de tejas rotas.

Aquí no existen las puertas.

Gritando es como salimos a la vida.


DENSO Y SALOBRE


Otra vez es el agua en el rostro
como tela de angustia que me lava.
Me limpia los ojos con su niebla sísmica,
me borda en el sueño una rosa de pan.

No merezco su beso de mil aguas reunidas
Porque debes saber, niña, que el agua sólo es una.

Agua
De agua es el vestido claro de las heridas.

Me convenzo sobre el agua y su misterio.
Me convenzo de su sed, que es también poesía.

Agua
Me limpia los ojos y me dibuja una sonrisa profunda
                                    como una quemada irreparable.

Sí,
me dibuja en el rostro
la amarga sonrisa de algún ahogado
que ha de llevar aún en la memoria.

                    
                                           a Luis Melgar Brizuela


DOS FOTOS CON LLUVIA


I (con flash)


* "Yo Dios, confieso que no he pecado"

Cuando llueve solo en la sombra
es porque estás durmiendo desnuda
y Dios llora.

II (sin flash pero con capturador de sonrisa)
* "De miserables"

Desde mucho antes que perdieras tus sueños húmedos,
yo ya estaba bajo la lluvia
muriéndome de sed.


TRAS LAS MARIPOSAS


Corremos tras las mariposas, amor mío,
aunque este mundo nos muerda los tobillos
                                                     si no dormimos de cabeza.

Amarte es vestir de estrella a las margaritas
y por tus lágrimas frecuentes 
sé que amarme es descuartizar gatos en las azoteas. 

Por eso no dejes de venir,
de esperarme en la estación del aceite
porque hemos forjado el árbol de nuestras iniciales
                                             en la garganta de los sueños
y todo cuanto emerge de su brea
es de nuestro amor en cada mirada tuya, regenerado.

Amor Inseparable, yo vendré a ti,
con las manos perfumadas de alas,
con la cara sucia
para que tu saliva madure en mi frente.   
Vendré con las espaldas del mundo en toda la cara
porque te amo a pesar del código de los ahorcados,
más allá de las rejas
de esta ciudad que guarda con rencor sus cicatrices.

Corramos tras las mariposas, amor mío,
tras las mariposas...
aunque todo el mundo nos diga
que se extinguieron hace cinco minutos.


DIANA


Ella pronuncia con fragancias exactas/
claveles de azúcar,
cuervos quemados en el altar/
si es que acaso llora.

Emerge de entre pétalos carnívoros
mientras mi prodigiosa nube
                             retorna a la ceniza y a la larva.

Van mis huesos ondeando en las campanas de su cadera.
Van entonces,
como una marimba muda
Como un claro telón de abismos
                 que declararon grietas    en los lienzos de la niebla.

Diana es un hermoso rostro que flota en mis manos,
e irrumpe en los círculos de la ausencia 
para hablar de no sé qué naciones,
de no sé qué sombras;
porque sus palabras no son de esta región
donde los frutos caen podridos.

Ella es el pesado péndulo que reclama mi úvula 
si no le arranco la lengua entre puñales de saliva.

Diana está hecha del alcohol de los ángeles.
Es la virgen de una lluvia inextinguible,
y mi voz testigo ciego, que busco su diamante
                                                  en la suciedad de mis entrañas.

                                                  De su tacto busco el agua delicada,
                                                  pues la sed nace letal desde sus labios.

Ella sólo es un rostro en la estática del aire.
Un día habré de recoger los pedazos de mi tos
y en ellos será su rostro como flama hiriéndome de silencios.

Un día habré de llorar alacranes
                                              cuando ya no vuelva la noche
y Diana estará ahí,
pronunciando arpas de una música azul para entierro,
y hablando de no sé qué naciones,
                   de no sé qué sombras.

***

La voz está hecha de doce puertas cerradas
de sangre a sol
y de sol a brea en un mar que no existe.

una puerta se abre al mencionar el milagro
y haces la noche, los trenes,
el viento y levantas el diluvio.

La voz no es la llave del Universo
es sólo la llave a la esperanza más tonta de la Tierra.

Y es la flor para la amada
y es la misma flor para el padre muerto.

De voces está formado el árbol donde Dios descansa
y él es otra voz
suave como el fuego en la madera
ronca como el sueño del whisky.
                            
Tiemblan  voces en el huracán de hombres agobiados,
existen voces en los años que comemos en la frente del hambre.

Esas piedras en la ciudad
son las voces que pudrió la espera
y cada voz es un laberinto de hélices
                                                 cuando se callan.

La voz está hecha de doce puertas cerradas:
cuerdas subterráneas que sólo la saliva
maquina y empuña
en el eco de las humedades  y las sombras.

Y al decir
no se sabe nada
y al decir
en su vacío se da todo.




VLADIMIR AMAYA
, Poeta nacido en San Salvador, El Salvador en 1985. Estudia el quinto año de la Licenciatura en Letras, en la Universidad de El Salvador. Es miembro fundador del Taller Literario El Perro Muerto. Es autor de la antología de poesía joven Una madrugada del siglo XXI (2010).
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